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Suiza - 4ª parte
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onsagrado por la Constitución de 1848 como una república federal, Suiza consta de 22 cantones, tres de ellos divididos en dos semicantones. Cada uno posee sus propias leyes, un consejo de Estado y un gran consejo que detenta el poder legislativo. En algunos cantones de montaña se ejerce todavía la democracia directa.
El gobierno central de la República consta de un Consejo de siete miembros que detentan el poder ejecutivo y son elegidos cada cuatro años por la Asamblea Federal; ésta tiene a su cargo el poder legislativo y está formada por dos cámaras: el Consejo Nacional, de 200 miembros, elegidos por sufragio directo, y un Consejo de los Estados, compuesto de 44 miembros, que representan a los cantones. Una de las peculiaridades de la política suiza es el sistema de referéndum, que se ha usado ampliamente sobre diversas materias.La producción literaria en las lenguas habladas en los límites de los cantones suizos posee un carácter peculiar, fruto de la influencia de las culturas germánica y latina, así como de la tensión permanente entre universalidad y localismo. La literatura en lengua alemana, cuyos orígenes en Suiza se remontan a la lírica caballeresca del s. XII, gozó durante la Reforma de una época de esplendor, propiciada por los escritores del humanismo, como Zwinglio (1484-1531) y H. Bullinger (1504-75). La producción en lengua francesa se inició con el movimiento calvinista, que convirtió a Ginebra en el centro de irradiación del protestantismo, y tras un período de decadencia, el renacimiento vivido en el s. XVIII encontró su figura capital en el suizo-francés J.-J. Rousseau (1712-78), gran precursor del romanticismo y filósofo de resonancia universal. Posteriormente, los nombres de los autores franceses Madame de Stäel y de B. Constant se vinculan íntimamente a la literatura suiza.En el s. XIX el país helvético dio grandes autores en lengua alemana. Tal es el caso de los poetas G. Keller (1819-90), autor de una de las obras clásicas de la literatura Enrique el verde, y C. Meyer (1825-98), autor de La tentación de Pescara. También deben citarse otros poetas destacados de la época, F. Dranmor (1823-88), H. Leuthold (1827-79), junto al tratadista J. Burckhart (1818-97) autor de Cultura del renacimiento en Italia. A comienzos del s. XX se produce un renacimiento literario en el ámbito de la lengua francesa, que encuentra su principal representante en el novelista y poeta C. F. Ramuz (1878-1947), quien alcanzó la fama con una obra de tono antibélico y escribió para Stravinski el guión de La historia del soldado. En este período los grandes autores suizos en idioma alemán se volcaron al naturalismo, que tuvo en el poeta, novelista y ensayista C. Spitteler (1845-1924) su más destacada figura, galardonado con el premio Nobel de Literatura en 1915. Posteriormente, la obra de Max Frisch (1911), uno de los narradores más atrayentes en lengua alemana, ejerció una influencia que resultó decisiva en el panorama literario suizo y se impuso también en el medio teatral.
La pintura y la escultura suizas, profundamente influidas por Francia, Alemania e Italia, no encontraron una definición nacional y se vieron limitadas en su desarrollo tanto por el rigor del protestantismo como por la emigración de muchos artistas. Si bien a comienzos del s. XIX hubo una pequeña escuela pictórica ginebrina, la Confederación no saltó a la palestra universal hasta el presente siglo, cuando surgió el nombre del pintor surrealista P. Klee (1879-1940), quien mantuvo siempre relaciones muy estrechas con Suiza aunque se consideraba un artista alemán.Por su parte, el ginebrino Alberto Giacometti (1901-66), renovó la escultura convencional con sus piezas exóticas y crueles, cercanas al surrealismo. En arquitectura, Suiza ha dado monumentos fundamentales de la época gótica como la catedral de Lausana, así como brillantes obras neoclásicas, pero indudablemente el aporte más importante corresponde al presente siglo, con la obra del suizo-francés Le Corbusier (1887-1965), considerado el padre indiscutible del urbanismo y de la arquitectura moderna.
El arte musical suizo posee una vieja tradición entroncada con el cultivo de la música sacra medieval en los monasterios de Sankt Gallen, Einsiedeln, Zurich y Muri. Si bien la Reforma ocasionó un notorio retroceso también en las actividades musicales, la producción no cesó, a la par que fue adquiriendo un tono marcadamente alemán. Con posterioridad, las obras del compositor A. Honneger (1892-1955) han sido decisivas en la revolución musical operada en el s. XX.El teatro suizo ha aportado dos nombres clave a la dramaturgia universal en el presente siglo a través de las obras paródicas, farsescas y algunas veces moralizantes de M. Frisch y F. Dürrenmatt (1921-90). El primero de ellos ha planteado en piezas como Andorra y Biedermann los problemas de la identidad del yo y de la responsabilidad del hombre moderno. Dürrenmatt, por su parte, ha renovado la dramaturgia con obras cercanas al esperpento, como La visita de la anciana dama, Rómulo Magno, Griego busca griega o El desperfecto.